Espera a que caigan las hojas.

Fuiste maestra de mis mayores errores.
El día en que nos conocimos me persigue
grabado a fuego en mi memoria.
Juré nunca volver a verte,
pero aquella estrella que bautizamos
vela por mis sueños cada noche.

Con tal de estar contigo
ataría una cadena a mi cuello
que me uniera a ti por siempre,
viviendo con el orgullo
de ser tu esclavo.

Pero los eslabones que nos unían eran débiles
y el calor del verano dilató tanto el acero
que decidiste soltarme
para no quemarte.

Me quedé sentado en mi vitrina
a esperar que llegase el otoño,
y que el follaje caído en las aceras
sirviera de pasillo para encontrarte.
Pero llegó el invierno
y no apareciste.
No me di cuenta
hasta que fue demasiado tarde
que cada segundo que esperaba
me alejaba más de ti.

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