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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Desenlace final.

Las piedras tiemblan al paso de la bestia. El jinete azota a la pálida yegua con esperanzas de encontrar un nuevo hogar. El atardecer está por despuntar al reclamo de los aullidos del coyote. Desgarbado y maltrecho,  el ya anciano cowboy aminora el paso con cada aliento que escapaba del gélido abrazo de su alma condenada... Su aura negra torna los campos en desiertos. Nada escapaba del alcance de su lazo. Pero siempre existe un último rayo de luz que sabe perdonar a los malditos. Ella, su amada jaca, quien resiste el incansable castigo de las espuelas de su amo por poder cabalgar a su lado. Conoce su secreto y resiste consigo la pesada carga de conducir al caballero de la noche hasta su próxima cruzada. Ya ni los buitres se atreven a sobrevolar su sombrero. La noche es larga y hay almas que tomar. El camino de la vida y la muerte proseguirá hasta encontrar su desenlace final.

Más allá de las nubes.

Se dice que una vez, madre Tierra recitaba a su hija Luna cómo el astro rey las abandonó por ver cumplido su sueño; ser la estrella más brillante del firmamento. Luna admiraba en secreto la decisión de su padre, pero Tierra, dolida y resentida, prohibía a Luna salir por el día a contemplar los logros de su padre. Una noche, a horas próximas al amanecer, Luna contemplaba la templanza del lago frente a su castillo de cristal. En ésas que el viento comenzó a soplar, rompiendo la serenidad del agua. Luna alzó la vista al cielo, a las nubes, y allí encontró al príncipe Lluvia tocando una misteriosa melodía con su flauta travesera. Pareces triste, comentó el príncipe, quisiera ayudarte a recuperar tu sonrisa. No puedes, contestó Luna, mi madre me tiene prohibido cruzar la frontera del lago de plata. ¿A dónde te gustaría ir? Al cielo, más allá de tu reino, allí donde mi padre encontró su lugar entre las estrellas. ¿Solo éso?  No tienes más que pedírmelo.

Un último baile.

Camino por los campos de trigo que recorren la ladera de la montaña. Estoy desnudo, hace frió, pero lo acepto y entra en mi el saber del tiempo. Desciendo la pendiente hasta la base de la cordillera. Y allí, como si de un espejismo se tratara, encuentro la entrada al interior de la tierra. Me adentro en ella, parece un sueño. No tengo miedo, las voces de sirena me conducen al olvido. Es de día, aun lo siento, pero en el interior de la cueva no hay sombra que perdure. Las paredes esconden cristales tintados de luz que me guían al corazón de su reina. Y es allí, resguardado de la codicia del hombre, donde se halla el cultivo secreto de sabiduría que rige las leyes del universo. La galería se abre ante mis ojos como los pulmones de una bestia presenciando su final. Subo los peldaños que me llevan al lago donde la Luna retoza con la muerte, aun quedan gotas precipitándose desde la bóveda. Atravesando el charco hay un camino de piedra que me lleva hasta el trono d

Una gota en el océano, una lágrima en la lluvia.

Los entresijos de su propio ser.

Hablemos de la materia, aquello que existe y se observa, lo que ocupa un espacio en el “vacío”. Porque así es, para que algo germine necesita ocupar su lugar. ¿Pero de dónde viene ese espacio? ¿Ha estado siempre ahí? ¿Es lo que ha dado lugar a que todas las cosas sucedan? Digamos que “lo primero” fue un grande y basto vacío, algo que no cabe en sí mismo, por lo que no se entiende y lucha contra sí mismo buscando constante y eternamente su propósito, pues algo completamente vacuo, carece de comprensión y sentido. Ahora tenemos toda la nada para llenarla con algo. En ella, todo lo que se extiende es perfectamente analizable y da pie a deducciones sobre su origen, composición y carácter. Ahora bien, ¿qué pasa con las ideas que no ocupan lugar? Esas sensaciones que infectan nuestras mentes y se propagan cual plaga. Está claro que existen pues podemos compartirlas, puede que incluso lleguen a ser más longevas que sus propios artífices. Entonces, ¿dónde están? ¿Dónde se guardan o d

Pluma.

Acabo de ver un pajarito saludándome por la ventana y he sentido cómo me animaba a seguir con mi misión. Me he visto reflejado en sus plumas, todas ellas atadas a un solo ser, capaz de hacer lo que quiera por puro placer. Sé que soy tu pluma, sé que podrías llegar a tocar el cielo sin mí, sé que tu corazón podría llegar a sentirse aliviado sin mi peso, pero también sé que soy la pluma que utilizas cuando escribes, soy la que te cubre por la noche cuando tienes frío, la que reza por ti cuando tienes pesadillas, la que se soltará el día en que no la necesites. Pero todo eso me da igual, porque yo no concibo la libertad sin poder disfrutar la brisa volando a tu lado.