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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Vestido de primavera.

Paseando con el perro encontré un arbusto vestido de primavera. Era hermoso. Pensé en regalarte una de sus costuras, pero cuando me disponía a arrancársela, me quedé observando detenidamente cada uno de sus pétalos. Analicé detenidamente lo que la hacía tan bella, tan perfecta. No pude hacerlo, quién soy yo para acabar con tan magnifico ejemplar. Así que hoy no habrán flores que regalar, tendrás que conformarte con esta tímida poesía que compara tu hipnótica silueta con las más delicadas creaciones de la naturaleza.

La droga más pura.

Me da rabia quererte tanto. Siento que, de alguna manera, formas parte de mí; y sería perfecto si no ansiase verte batir tus alas en son de libertad. Esnifo rayas imaginarias en tu piel, ya que sintetizas la droga más pura en cada bocanada de tu perfume. Observo los pelitos que nacen en tus piernas. Los encuentro perfectos, cada uno a su manera; lo que me hace pensar: ¿No debería ser el mundo así?

Nos vemos en el infierno.

Se dice que, aunque no fue Descartes quien soltó la guillotina, fue su pensamiento el que incitó a la revolución. ¿Sería posible este cambio de pensamiento hoy en día? Tristemente, lo dudo. La gente no quiere pensar, las personas son felices en su mundano camino a casa después del trabajo. ¿Y qué es el trabajo? Esa suposición de bienestar, esa idea infundada de que la labor nos permite llevar y mantener una posición social "privilegiada". FALACIAS. ¿Qué posición? ¿Qué bienestar? Si cada vez se trabaja más y somos más pobres. La gente no entiende el mensaje. El único deber natural que tiene el hombre en su vida, es a si mismo. La búsqueda de la felicidad, no reside en martirizarse 11 meses al año para poder escaparte el restante y sentirte libre. ¿Hasta dónde hemos llegado? Estoy indignado, enfadado y asqueado ante las miradas de pena de la gente cuando ven a un humano desempleado. Pero esa lastima rápido pasa cuando pu

Contradicción y posibilidad.

24 años después de mi primer día, hoy por fin, he leído el Principito. Hasta yo mismo me pregunto como he podido tardar tanto. No me hicieron leerlo de pequeño, tampoco es que me infundiesen demasiado el amor a la lectura. Pero eso no es escusa, quizá simplemente, no era mi momento. Mi infancia fue inocente, feliz a su modo, despreocupada por completo. Cuanto mayor me hacía, más crecía mi curiosidad. Nunca he retirado una pregunta, como nuestro pequeño protagonista; me ha llevado tiempo, pero todo es alguna vez sabido por la mente inquieta. Ahora, con el cuerpo de un (casi) adulto, descubro esta gran breve historia de la literatura, que te hace ver el mundo con los ojos críticos que deberíamos tener todos. ¿Cómo aun conociendo esta historia, hay personas que crecen enterrando al infante que llora y juega en nuestros corazones? Suerte y privilegio tengo de poder llamarme a mi mismo un joven payaso, que aun entendiendo las reglas del mundo

Cálida avidez.

Admiro el fuego, por encima de su cálida avidez. Observo como sus últimos y fugaces resquicios recorren el cuerpo que soporta su llama y lo hacen hermoso. Aunque ésos sean sus últimos momentos. Quizá por éso son tan bellos.

No todas las aves saben volar.

Salir del nido, sentirte una pieza quebrada del rompecabezas. Crecer y abordar la responsabilidad. Estampar tu coraje de bruces contra la palpitante realidad. Inestabilidad en las raíces de mi personalidad. Cantando sólo, me coloco con la inhalación de la locura en mis sueños. Abriendo los ojos con el blanco del techo succionando mi fortaleza. Todo parece en vano los días sin Sol, aceptando, a la orilla de la pena, que el caminar es hacerlo aun a través de los charcos inundados por las dudas de la edad. Cicatrizando todavía la inocencia arrebatada por lo inevitable del tiempo. Un corazón dolido siempre será más fuerte. Como yo, profesor del proceso de la vida aun inigualable por los estragos del dolor. Siguiendo a ciegas las huellas marcadas por el destino. Me guió por la voz que creo en mi cabeza, ideas huecas en una mente desvalida. Somos cenizas, y como tal, danzamos con el viento eternamente diluviando en un cementerio de estrellas.