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La luz de los deseos

A cientos de quilómetros al norte del ecuador, una cálida luz resplandece entre la escarcha y la ventisca, en una pequeña aldea donde sólo los deseos más fuertes pueden llegar. En ella habitan felizmente la familia Claus y todos los elfos de la Navidad. Como cada noche a la hora del chocolate, la pareja se reúne alrededor del fuego a estudiar con ilusión las cartas que les envían los niños. Aquello siempre ocasiona risas y lágrimas de júbilo. Pero éste año es diferente. El número de cartas ha disminuido, y las peticiones de juguetes han desaparecido. En su lugar, los pequeños piden a Papá Noel que les devuelvan a los seres queridos que se han marchado a causa de una enfermedad desconocida en el Polo Norte. -           Fíjate Claus, - dijo Mamá Noel con la cabeza recostada sobre el hombro de su marido, dejando caer una lágrima bajo el marco de las gafas. – los niños están tristes. ¿Qué podemos hacer para devolverles la sonrisa? -             No lo sé querida mía. – respondió el gran

Ternura en la mañana.

 La calidez transporta vestigios de un tiempo pasado. Un lugar, un momento, vestido por oleadas de pino y encina que reconstruyen un recuerdo del que muy pronto me desprendí. Por la edad, por el instinto cansado de ser adulto. Crecimos. Nos convertimos en pretéritos imperfectos de los momentos idílicos que acompañaban aquella sonrisa infantil por los que en los primeros días eramos principales protagonistas. Ya no habrá más mantas verdes que me envuelvan, el viejo balancín se ha quedado callado, atrapado en un cubo de rubic subconsciente abandonado por la estancada humanidad decadente.

Asco de verano.

  Han pasado dos horas desde que me fui a dormir. Es verano, hace calor  y estoy desesperado. Me arrancaría la piel a mordiscos con tal de sentir una brisa. A veces fijo la mirada en el techo deseando estar muerto. No porque mi vida sea una mierda, los hay que están mucho más jodidos que yo. No, no es porque mi vida sea una mierda, es por el asco que me causa ésta vida de escaparate. Corre, para, observa un segundo y aléjate. Olvídate del anuncio. Deja que el recuerdo se esfume en la nada como los detalles de un sueño psicotrópico. Se supone que debo aspirar a ser alguien como si no lo fuese ya por el acto de nacer. ¿Quien inventaría semejante estupidez? Me da asco mi propia existencia. Despertar sudado, batallando contra el odio que duerme a mi lado recordándome todos los días que aun no he publicado mi libro. Como si alguien en este maldito mundo le importase lo más mínimo lo que escribo. Aquí sólo importan los números. No importa lo idiota que seas mientras sepas hacer sonar la flau

El sabor del amor.

Ojalá pudiera atrapar tu voz en alcohol. Color madera tostada, piel dura y ardiente como el Sol. Ojala pudiera servirte en bandeja mi corazón así podrías tú también sentir cual es el precio por perder tu amor.

Corazón de cristal.

Que lindas las rosas danzando a sus pasos. Que amables las amapolas que salen a saludarte. Encuentro tu belleza, tus viajes y tus historias, perfectos. Solo que, cuando te miro a la cara, toda esa magia que te hacia especial se congela y queda atrapada en tu corazón de cristal.

Sound of silence.

¿Como se escucha el silencio cuando nadie está escuchando?

Fotografía.

Simplemente, ahí. Sentado en tu imagen perfecta, esperando el momento perfecto.