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Mostrando entradas de enero, 2019

Experimento.

El resplandor de las estrellas se refleja en la pintura metalizada del casco de la nave. El frío intenso hace crujir los ensamblajes de la chapa metálica. No hay fuego en los motores ni bandera que identifique su procedencia. El interior se mantiene sereno, silencioso como el espacio, sin indicios claros de tripulantes a bordo. En proa se encuentra la cabina de vuelo. Frente al asiento del piloto, una multitud de dispositivos de colores, indican que hace poco que alguien los estaba manipulando. A espaldas de la cabina, unas escaleras llevan al puesto de control, en donde una pequeña mesa de operaciones proyecta un holo-mapa de aquel cuadrante de la galaxia. Se puede observar un punto parpadeante haciendo referencia a un posible destino. Siguiendo por una puerta corredera hay un pasillo estrecho y bien iluminado conectando los diferentes habitáculos de la interplanetaria. La primera sala a mano izquierda es el comedor. En su interior hay

La piel de un autómata.

Dos personas que se aman pero se hieren mutuamente. Una carga con la felicidad del otro, el otro soporta sus dolores e inseguridades. Seres perfectos para el romanticismo, individuos doloridos ante la pesadez de sus almas. Tiempo hace desde que la humanidad perdió a su mesías, sollozando por la venida del futuro candidato. Sólo por amor podría haber encomendado su carne al tenue metal que ahora reviste sus poros. Atemorizado por no poder sostener la carga de Atlas, cambió su cálida naturaleza por energía ilimitada. Sólo por amor abandonó sus sentimientos para poder convertirse en el apoyo inquebrantable que ella tanto necesitaba. Entonces fue cuando comprendió su error. Cuando su ser dejó de ser y la máquina se hizo hombre, todo aquello que le ligaba a su persona quedó enterrada bajo la piel de un autómata que no estaba preparado para ser querido. Ella murió, apenada y consumida por la culpa de haber perdido a su mitad por capricho. Pero él no

El paso de la tortuga.

El largo camino propicia encuentros misteriosos. Al paso de la tortuga se puede gozar del ciclo del amanecer tantas veces se quiera, pues la ilusión y la emoción no descansan por la noche. Ver como tantos pies cansados se tiran a la cuneta incapacitados para seguir y saber  que un respiro oportuno te puede llevar mas lejos que la determinación ciega. Encontrar gravados los restos de sangre, sudor y lagrimas que el tiempo ha cicatrizado en las grietas del asfalto. Perder el miedo a perder, ya que todo lo que viene es nuevo y el decir adiós es aprender una lección  que te fortalece. La vista que un día correrá el telón podrá sonreír con el recuerdo de los monumentos dilapidados por el peso de la historia. Los cuentos y enseñanzas que transmitir valdrán mas que todo el oro del mundo arrojado a la fuente para pedir un deseo; el deseo de haber sido capaz de emprender aquel viaje.

Un nuevo origen.

La primera forma dio lugar a la primera sombra. En el agua convergieron y dieron a luz a una curiosa tortuga marina. Viajó en solitario por los siete azules y descubrió la belleza y los misterios que durante siglos habían estado ocultos en las profundidades oceánicas. Pero más tarde que temprano, la tortuga se dio cuenta de que ya no quedaban misterios para ella entre los mantos de coral. A lo que su fisgoneo furtivo dirigió una mirada de esperanza hacia la superficie. Asomó sus cuencas negras sobre la cortina de la marea. Tras acostumbrarse a la luz nocturna, se arrastró hacia la costa de un joven continente que daba sus primeros pasos al sur del ecuador. Su caparazón la protegía de las amenazas pero su torpeza y pesada fortaleza no eran adecuadas para un mundo infestado de depredadores. La tortuga envejeció en la arena, triste por no haber podido escalar los troncos de las palmeras. Pero el destino tenía algo preparado para su divina ca