Sueño al despertar.

Abro los ojos antes  del canto del gallo.
Huelo desde mi lecho el recuerdo del rocío fresco
  despidiéndose con los primeros rayos de luz del alba.
El sueño de esta noche,
el de siempre:

Una voz dulce repitiendo mi nombre,
brindándome una calidez inigualable
que no me deja despertar.
Y es al hacerlo
cuando empieza la pesadilla.

Mis pestañas húmedas como la mañana
auguran un pesar gris para el resto del relato.
Espero 5 minutos antes de dar el primer paso.
Me desvanezco,
vuelve a sonar el despertador,
y ahora sí
me levanto.

Preparo el café en automático,
pre-programado como la muerte que depara.
Es verano,
hace frío
y éste café sabe a mierda.

Me siento en el límite de la silla
acariciando el bellocino de mi gata,
Nora.
Veo las noticias
con su cosquilleo traqueteando al respirar,
y casi me da pena
no sentir nada por las desgracias de los demás

En mitad de un terremoto
vuelvo a pensar en el sueño,
en esa cara conocida,
en esa sensación de adicción que despierta
el roce de unas manos morenas, curtidas y delicadas.
Recuerdo que me encantaban sus pies,
darle masajes a aquella persona
y ver como se deshacía sin decirme nada.

Apenas un mes sin ser uno mismo,
a penas un mes sintiendo ser yo.
Sus cosas tiene,
sus cosas no.
Puedo elegir qué hacer,
pero no puedo volver.
Puedo elegir donde ir,
pero sin nadie que coja mi mano al conducir
...

Me gusta estar sólo,
pero he de confesar
que aunque no puedo estar con quien yo quiero
estoy con quien debo que estar.
Pero mejor lo dejo que ya es tarde
y llego tarde a trabajar.

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