Adicto al dolor.

Regocijándome en mis lágrimas
y en mis peores pesadillas,
tras el tercer día sin salir de casa
me di cuenta que había creado una fuerte dependencia
al dolor.
Buscaba de cualquier forma
nuevas formas de sufrimiento.
Pero llegó un punto en que me cansé
y me pregunté,
¿por qué?

Entonces lo entendí,
no quería renunciar a lo último que me ligaba a ti.
Las punzadas en el corazón eran la muestra
de que todo lo que habíamos construido
aun seguía existiendo.

Ahora que he empezado a escucharme
siento una voz lejana gritando en mi interior,
un débil susurro pidiendo socorro.

Necesito tiempo y espacio
para con ellos cultivar
este pequeño brote de autoestima
que durante tanto tiempo
había dejado abandonado en la sombra.

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