Versos en la noche.

Amanezco a las 8 de la mañana.
Es temprano,
pero aun veo gente que se retira a dormir.

Ayer salimos,
brindamos,
bailamos
y reímos.
No estuvo mal.

Pasaron las horas, las cervezas y las estrellas,
y con cada trago de ebriedad,
me sentía más y más mal.

Llevo arrastrando la misma sensación desde hace un tiempo.
Miro a las estrellas buscando la que más brilla
y siempre pienso que falta una.
Mi favorita,
la que ilumina mis pasos,
la ilusión que me empujaba
y me hizo cambiar.

Me estiré en una hamaca pensativo,
recreándome mientras jugaba con el baso.
La música se silenciaba al acordarme de su canto,
el sabor amargo del cristal se volvió dulce
imaginando sus besos.

La vida,
la noche,
si tiñen de color a su lado.
Pero hoy
todo es oscuro.

Aun era pronto,
la gente conversaba intentando no balbucear,
 pero un servidor tenía que cumplir su misión.

Cuando acabé mis dos paginas de terapia,
ya no pude volver a bailar.
Me quedé en la tienda estirado,
explicando mis reflexiones a la Luna.
A veces pienso en si tú harás lo mismo,
si aun te acordarás cómo lo hacíamos.

De vuelta a casa saco la mano por la ventana
y bailo con el viento ondeando en la corriente.
Lo acaricio con la intención de que te haga llegar mis anhelos
y te alborote los cabellos con ellos.

Ahora,
sentado en una heladería de segunda,
pues a la nuestra no he podido ni acercarme,
me veo decepcionado por este sabor amargo.
Me he dado cuenta de que,
lo que tenían de adictivos los helados
no era el azúcar, ni los conos,
sino poder disfrutarlos contigo.

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