El esperpento de mi llegada.

Pararse a pensar,
es un feo habito de quienes buscan sufrir.
Yo lo hago.
A menudo disfruto cuando se me aparta,
cuando me quedo sólo
sin mejor compañía que mi copa de vino
ya medio vacía.

Hoy, este texto no es por ti, mi amor,
hoy escribo por el simple gusto de escribir,
por exhibir la belleza que aguarda en mis palabras.

Sintetizando la buena vibra que demora ser liberada en mi pecho.
Saco todo peso que liga mis pies al abismo.
Sin ganas de sobrevivir, espero,
grande y fortuita es la sorpresa que condensa el alba,
con las gotas del rocío salpicadas por el prado celeste.
Mírame y desespera,
tormenta que hallarás en mi mirada.
Acuéstate cómoda en los nudos de mi barba
y escucha atentamente lo que tengo que contarte,
pues he venido al mundo a difundir mis historias,
y tú, como ningún otro en esta escuela,
partirás a su visita sin contemplar el esperpento de mi llegada
a tu alma.

Ahora corre, encuentra aquello por lo que has venido a luchar
y caminaras del lado de los más grandes acontecimientos
de la historia de nuestro arte.

Muere si así lo deseas, aun estás a tiempo.
Yo me quedo con lo vivido, que aun le tengo ganas.

Emperifollo mi prosa para que no te des cuenta
de mi falta de mundo.
No me escondo,
alardeo de mi propio ser como si fuera jilguero al amanecer.
Ponte de rodillas si no estás conmigo,
solo así quizá logre perdonar tu falta de sensatez.
Cree-te quien quieras una vez pises el último escalón,
ella siempre vela por tu alma y te estará esperando
ahí donde caiga por última vez tu cuerpo caliente.

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