No todas las aves saben volar.

Salir del nido,
sentirte una pieza quebrada del rompecabezas.
Crecer y abordar la responsabilidad.
Estampar tu coraje de bruces contra la palpitante realidad.
Inestabilidad en las raíces de mi personalidad.
Cantando sólo, me coloco con la inhalación de la locura en mis sueños.
Abriendo los ojos con el blanco del techo succionando mi fortaleza.

Todo parece en vano los días sin Sol,
aceptando, a la orilla de la pena,
que el caminar es hacerlo aun a través de los charcos
inundados por las dudas de la edad.

Cicatrizando todavía
la inocencia arrebatada por lo inevitable del tiempo.

Un corazón dolido siempre será más fuerte.
Como yo, profesor del proceso de la vida
aun inigualable por los estragos del dolor.

Siguiendo a ciegas las huellas marcadas por el destino.
Me guió por la voz que creo en mi cabeza,
ideas huecas en una mente desvalida.
Somos cenizas, y como tal, danzamos con el viento
eternamente diluviando en un cementerio de estrellas.

Triste, no, romántico.
Suelto el dolor en mis letras para que puedas ver la bondad en mi cara.
Marcado ya por la palabra,
seguiré mi vida tal como dicta el desempeño de la labor.
Obligado a ser quien soy, me siento orgulloso
no por otra razón, de que así emano mi cometido.

Daré amor, hasta el día en que no me quede otra opción
que descansar, ya por fin, entre los brazos de la pálida patria,
hogar de todos, al que todos regresamos
y que por ella puedo estar hoy aquí recitando
el mensaje que nunca llegará a oídos necios,
pues no todas las aves saben volar.

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