Los entresijos de su propio ser.


Hablemos de la materia, aquello que existe y se observa, lo que ocupa un espacio en el “vacío”. Porque así es, para que algo germine necesita ocupar su lugar. ¿Pero de dónde viene ese espacio? ¿Ha estado siempre ahí? ¿Es lo que ha dado lugar a que todas las cosas sucedan?

Digamos que “lo primero” fue un grande y basto vacío, algo que no cabe en sí mismo, por lo que no se entiende y lucha contra sí mismo buscando constante y eternamente su propósito, pues algo completamente vacuo, carece de comprensión y sentido.

Ahora tenemos toda la nada para llenarla con algo. En ella, todo lo que se extiende es perfectamente analizable y da pie a deducciones sobre su origen, composición y carácter. Ahora bien, ¿qué pasa con las ideas que no ocupan lugar? Esas sensaciones que infectan nuestras mentes y se propagan cual plaga. Está claro que existen pues podemos compartirlas, puede que incluso lleguen a ser más longevas que sus propios artífices. Entonces, ¿dónde están? ¿Dónde se guardan o dónde se pierden? Platón decía que tienen su propio mundo de las ideas, así que ¿por qué andamos buscando el sentido a acciones que escapan a nuestra comprensión? Estamos montando el rompecabezas sin tener todas las piezas, es imposible, para lograrlo deberíamos crearlas con nuestra imaginación.
Aquí reside la cuestión. La vida es sencilla, existe, porque de lo contrario no existiría. Y si se nos ha otorgado algo sin motivo aparente, ¿qué sentido tiene? No puede ser que algo tan complejo como la misma realidad, carezca de propósito… ¿O sí? ¿Y si ahí es donde entramos nosotros? Realizando nuestro propio rompecabezas, porque podemos, porque debemos hacerlo. Y solo el día en que muramos, se sabrá si lo hemos conseguido… qué ironía. Quizá todas las cosas sean piezas imaginarias de un ente superior, alguien que busca desentrañar los entresijos de su propio ser.

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