Bibliotecario de Babilonia.

El caos regenta el espacio
o eso pretende aparentar.
La creación, observable desde infinitos puntos de vista
y en todos ellos, simula el desorden.
Pero siempre existe la posibilidad
de encontrar sentido al sinsentido.
Es en esta contingencia
en la que el humano busca definir las atavíos de su objetividad.

¿Sería posible pues
que la extensión del universo
o su propia concepción
estén marcados por su finalidad y no por su origen?
Como dijo una vez Aristóteles,
un acto siempre está precedido por su potencia.
Quizá la razón de existir
integre una única verdad
que en sí misma
es el fin.

Y si la finalidad de la vida
es dejar constancia de lo que fuimos,
como seres descritos en las páginas de un libro,
¿existe un bibliotecario que esté jugando con nosotros a los cuenta cuentos?
¿Hubo una primera ficción que dio rienda suelta a la fantasía?

Entonces,
¿es posible que algunos libros deban ser olvidados?
Significaría pues que la biblioteca de Babilonia
aun siendo ésta colosal,
es finita.
Lo que daría paso al ciclo,
que éste sí,
es infinito.

Con ésto sería lógico pensar
que el propio librero no pueda escapar de la periodicidad.
Dejando entrever así que,
la vida
aun siendo la vía de la narración de historias,
es la búsqueda del mejor reemplazo
para el bibliotecario de Babilonia.

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