Experimento.


El resplandor de las estrellas
se refleja en la pintura metalizada del casco de la nave.
El frío intenso hace crujir los ensamblajes de la chapa metálica.
No hay fuego en los motores
ni bandera que identifique su procedencia.

El interior se mantiene sereno,
silencioso como el espacio,
sin indicios claros de tripulantes a bordo.

En proa se encuentra la cabina de vuelo.
Frente al asiento del piloto,
una multitud de dispositivos de colores,
indican que hace poco que alguien los estaba manipulando.

A espaldas de la cabina,
unas escaleras llevan al puesto de control,
en donde una pequeña mesa de operaciones
proyecta un holo-mapa de aquel cuadrante de la galaxia.
Se puede observar un punto parpadeante
haciendo referencia a un posible destino.

Siguiendo por una puerta corredera
hay un pasillo estrecho y bien iluminado
conectando los diferentes habitáculos de la interplanetaria.

La primera sala a mano izquierda es el comedor.
En su interior hay una enorme mesa de titanio
con vasos y restos de plásticos por encima.
En los confines de la sala
hay máquinas expendedoras de agua y refrigerios extraños.

De vuelta al pasillo,
en la cámara de en frente,
están los dormitorios.
El portón de la entrada a los aposentos,
está impregnado por una substancian negra y viscosa
que se propaga por todo el interior de la habitación
como si de una gigantesca tela de araña se tratara.
El aroma que desprende esa cosa
es una mezcla química y orgánica,
con un ligero regusto ácido para quien lo inhale.
Hay cuatro literas deshechas en los laterales
y ocho taquillas empotradas en la pared
con los nombres de la tripulación.
Al fondo de la habitación están los baños.
Parece que el rastro de la materia oscura
se acaba perdiendo por el desagüe.

Saliendo del dormitorio
y siguiendo por el corredor a mano derecha,
las huellas del moco siguen hasta la última sala,
en la parte posterior de la nave.
La puerta de la entrada está arrancada de cuajo,
doblada y contorsionada como una pelota de papel.
A su lado descansa una señal de amenaza bio-química
que ha perdido toda su autoridad.

En el interior del habitáculo,
decenas de vitrinas guardan en su interior
cuerpos fetales de diferentes razas alienígenas
flotando en un verdoso líquido amniótico
y enfrascados en tarros de cristal.

En el centro de la antecámara,
un escritorio de plástico sostiene:
una pluma con el nombre del Doctor Howard Philip grabado en ella,
una carpeta con documentos de algún ejemplar de pruebas peligroso
agarrado por la mano amputada de algún ser humano
y los restos fragmentados de uno de los tarros de cristal
manchados con la misteriosa masa alquitranada que residía en su interior.

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