La piel de un autómata.

Dos personas que se aman
pero se hieren mutuamente.
Una carga con la felicidad del otro,
el otro soporta sus dolores e inseguridades.
Seres perfectos para el romanticismo,
individuos doloridos ante la pesadez de sus almas.
Tiempo hace desde que la humanidad perdió a su mesías,
sollozando por la venida del futuro candidato.

Sólo por amor podría haber encomendado su carne
al tenue metal que ahora reviste sus poros.
Atemorizado por no poder sostener la carga de Atlas,
cambió su cálida naturaleza por energía ilimitada.
Sólo por amor abandonó sus sentimientos
para poder convertirse en el apoyo inquebrantable
que ella tanto necesitaba.

Entonces fue
cuando comprendió su error.
Cuando su ser dejó de ser
y la máquina se hizo hombre,
todo aquello que le ligaba a su persona
quedó enterrada bajo la piel de un autómata
que no estaba preparado para ser querido.

Ella murió,
apenada y consumida por la culpa
de haber perdido a su mitad por capricho.
Pero él no sintió nada,
pues en el corazón de la máquina no hay cabida
para peticiones que no buscan respuesta.

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