Se dice que una vez, madre Tierra recitaba a su hija Luna cómo el astro rey las abandonó por ver cumplido su sueño; ser la estrella más brillante del firmamento. Luna admiraba en secreto la decisión de su padre, pero Tierra, dolida y resentida, prohibía a Luna salir por el día a contemplar los logros de su padre. Una noche, a horas próximas al amanecer, Luna contemplaba la templanza del lago frente a su castillo de cristal. En ésas que el viento comenzó a soplar, rompiendo la serenidad del agua. Luna alzó la vista al cielo, a las nubes, y allí encontró al príncipe Lluvia tocando una misteriosa melodía con su flauta travesera. Pareces triste, comentó el príncipe, quisiera ayudarte a recuperar tu sonrisa. No puedes, contestó Luna, mi madre me tiene prohibido cruzar la frontera del lago de plata. ¿A dónde te gustaría ir? Al cielo, más allá de tu reino, allí donde mi padre encontró su lugar entre las estrellas. ¿Solo éso? No tienes más que pedírmelo.
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